La tecnología más elegante
La belleza de las creaciones de Maranello va acompañada en este caso de unas cualidades dinámicas capaces de satisfacer por igual a un piloto profesional o a un conductor inexperto.
JAIME HERNÁNDEZ
La magia que transmite un Ferrari hace girar la cabeza a cualquiera que se cruce con él, y este nuevo Fiorano no es una excepción. Junto a sus depuradas líneas exteriores y a ese perfil tan elegante como agresivo, ofrece un impecable interior donde el lujo, la deportividad y el confort se combinan de manera exquisita para satisfacer los gustos de una clientela muy especial.
Todo en el habitáculo se ha cuidado con primor, desde los asientos de competición forrados con el mejor cuero, igual que el salpicadero y los paneles de las puertas, hasta la gruesa moqueta del suelo, más propia de un salón que de un vehículo.
Al sentarse por primera vez en el puesto de conducción uno se siente intimidado: un enorme cuentarrevoluciones domina el cuadro de mandos, tras el magnífico volante que cuenta con la última tecnología de la Fórmula 1 e incorpora, entre otros elementos, las levas para el cambio de marchas, el botón de arranque y un regulador que permite cinco tipos de puesta a punto para adaptarse a cualquier conductor y situación del terreno. Los múltiples reglajes eléctricos y la suavidad de funcionamiento de todos los mandos redondean el fino trabajo de artesanía.
Sin embargo, esa belleza y refinamiento quedan en un segundo plano una vez que se pulsa la puesta en marcha. El bramido del motor V12 hace que un escalofrío nos recorra el cuerpo de la cabeza a los pies antes de empezar a rodar. Luego, las sensaciones se suceden y a medida que pasa el tiempo el flechazo se va convirtiendo en verdadero amor. Tuvimos el privilegio de completar cerca de 3.000 kilómetros por muy diferentes carreteras de Europa y Latinoamérica, una experiencia única con la que hemos descubierto las virtudes del 599 GTB Fiorano en las condiciones de uso más extremas.
En un primer viaje entre Maranello y Montecarlo pudimos ver la eficacia del vehículo, tanto en las sinuosas zonas de montaña como en las rápidas autopistas. Con el manettino del volante fuimos variando la puesta a punto de los controles electrónicos del coche, pasando por los programas de nieve, suelo deslizante y sport, sucesivamente.
A medida que subíamos de nivel el intrusismo de la electrónica era menor y la pericia más necesaria, aunque también uno se sentía muy a gusto con el comportamiento del Ferrari y la dócil brutalidad de sus 620 caballos. El programa de funcionamiento de la caja de cambios F-1 SuperFast se adaptaba a los distintos ajustes y en el paso de una marcha a otra se conseguían velocidades de vértigo. En la posición Race la habilidad exigida sube muchos enteros y para el último escalón, donde se desconectan por completo todos los sistemas de ayuda, es preferible que quien pilote sea un profesional... y a ser posible en un circuito. En las carreteras sudamericanas, plagadas de baches y salpicadas de viandantes, el ritmo fue más prudente. Y para nuestra sorpresa, el 599 soportaba estoicamente la dureza del recorrido sin transmitir síntomas de debilidad y garantizando idéntico confort a los pasajeros, gracias a una avanzada suspensión que gestiona en milésimas de segundo la dureza de la amortiguación, variando la viscosidad del aceite a través de un campo magnético controlado electrónicamente. Suena a brujería, pero el resultado es impresionante.
Motor. Gasolina de 12 cilindros y 5.999 cc. Potencia. 620 CV. Prestaciones. De 0 a 100 km/h: 3,7 segundos. De 0 a 200 km/h: 11 s. Velocidad punta: 330 km/h. lPrecio. 240.000 E.
Todo en el habitáculo se ha cuidado con primor, desde los asientos de competición forrados con el mejor cuero, igual que el salpicadero y los paneles de las puertas, hasta la gruesa moqueta del suelo, más propia de un salón que de un vehículo.
Al sentarse por primera vez en el puesto de conducción uno se siente intimidado: un enorme cuentarrevoluciones domina el cuadro de mandos, tras el magnífico volante que cuenta con la última tecnología de la Fórmula 1 e incorpora, entre otros elementos, las levas para el cambio de marchas, el botón de arranque y un regulador que permite cinco tipos de puesta a punto para adaptarse a cualquier conductor y situación del terreno. Los múltiples reglajes eléctricos y la suavidad de funcionamiento de todos los mandos redondean el fino trabajo de artesanía.
Sin embargo, esa belleza y refinamiento quedan en un segundo plano una vez que se pulsa la puesta en marcha. El bramido del motor V12 hace que un escalofrío nos recorra el cuerpo de la cabeza a los pies antes de empezar a rodar. Luego, las sensaciones se suceden y a medida que pasa el tiempo el flechazo se va convirtiendo en verdadero amor. Tuvimos el privilegio de completar cerca de 3.000 kilómetros por muy diferentes carreteras de Europa y Latinoamérica, una experiencia única con la que hemos descubierto las virtudes del 599 GTB Fiorano en las condiciones de uso más extremas.
En un primer viaje entre Maranello y Montecarlo pudimos ver la eficacia del vehículo, tanto en las sinuosas zonas de montaña como en las rápidas autopistas. Con el manettino del volante fuimos variando la puesta a punto de los controles electrónicos del coche, pasando por los programas de nieve, suelo deslizante y sport, sucesivamente.
A medida que subíamos de nivel el intrusismo de la electrónica era menor y la pericia más necesaria, aunque también uno se sentía muy a gusto con el comportamiento del Ferrari y la dócil brutalidad de sus 620 caballos. El programa de funcionamiento de la caja de cambios F-1 SuperFast se adaptaba a los distintos ajustes y en el paso de una marcha a otra se conseguían velocidades de vértigo. En la posición Race la habilidad exigida sube muchos enteros y para el último escalón, donde se desconectan por completo todos los sistemas de ayuda, es preferible que quien pilote sea un profesional... y a ser posible en un circuito. En las carreteras sudamericanas, plagadas de baches y salpicadas de viandantes, el ritmo fue más prudente. Y para nuestra sorpresa, el 599 soportaba estoicamente la dureza del recorrido sin transmitir síntomas de debilidad y garantizando idéntico confort a los pasajeros, gracias a una avanzada suspensión que gestiona en milésimas de segundo la dureza de la amortiguación, variando la viscosidad del aceite a través de un campo magnético controlado electrónicamente. Suena a brujería, pero el resultado es impresionante.
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